El fumador empedernido es un ser sumamente curioso porque además recientemente desarrollo un fetiche sexual por el humo, cada vez que tiene relaciones sexuales fuma y le gusta que el cuarto se llene de humo.
El tipo siempre anda con una cajetilla en el bolsillo de la camisa y otra de backup en el pantalón, nunca le faltara humo. Además cuenta con dos encendedores de emergencia y una cajita de fósforos.
Lo primero que hace al despertarse, es prender un cigarrillo, antes de desayunar o siquiera lavarse los dientes. El se levanta medio dormido, coge el encendedor de su velador y se enciende un pucho que tiene en la oreja. Luego se prepara un café y se prepara para salir, pone sus cajetillas en los bolsillos del pantalón, una mas en la de la camisa y se abastece de fósforos y encendedores para el día.
Al empedernido se le puede encontrar merodeando casinos (puchos, café y trago gratis) donde a veces va a pasar un rato pero no para jugar realmente sino para consumir los beneficios que recibe.
Frío y calculador, autodestructivo, ingenioso e indiferente, así es el fumador empedernido y es incapaz de vivir sin un cigarro. De vez en cuando el fumador empedernido fuma un habano o un puro y su habilidad para determinar un buen tabaco le ha permitido conseguir diversos empleos en tiendas especializadas donde se siente a gusto rodeado de cajetillas y humo.
Es un maestro probando tabaco y su olfato ha desarrollado la infalible capacidad para reconocer la frescura del tabaco. Al parecer sus nervios olfativos se han degenerado a tal punto que puede percibir el humo a una distancia a la que ningún otro ser humano puede olerlo, un extraño poder derivado de su gusto y afición a fumar.
Pero sólo puede oler humo a distancia, de hecho otras secciones de su olfato han sido prácticamente anuladas, tanto así que su olfato no es muy bueno cuando se trata de otros aromas como el de alguna comida o un buen perfume.
El fumador empedernido no piensa dejar de fumar, está pensando solicitar un auspicio de alguna tabacalera grande a cambio de prestar su imagen con fines publicitarios, alegando que sería un símbolo para quienes no fuman por temor a morir de cáncer o a desarrollar enfermedades pulmonares, denegando esa teoría.
Finalmente, este enigmático personaje solo nos deja una frase célebre: “Yo no desafío a la muerte, pero no le temo porque igual vamos a morir y si aún no me toca es porque aún no me toca, así siga fumando o no”.
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